Es el periodo de 34 años en el que ejerció del poder en México estuvo bajo el control de Porfirio Díaz. Este periodo comprende de 1876 a mayo de 1911 cuando Díaz renuncio a la presidencia. El porfiriato fue un periodo que provoco grandes desigualdades entre la población mexicana y genero estabilidad económica y política al costo de la concentración de la riqueza en un pequeño grupo y la supresión de numerosas libertades civiles. Presintiendo que el presidente Lerdo de Tejada intentara reelegirse Porfirio Díaz volvió a levantarse en armas.
En los 31 años del porfiriato se constituyeron en México más de 19000 kilómetros de vías férreas con la inversión extranjera; el país quedo comunicado por la red telegráfica.
Aunque Porfirio Díaz reiteraba que ya el país se encontraba listo para la democracia realmente nunca quiso dejar el poder y en 1910 a la edad de 80 años presento su candidatura para una nueva reelección.
En su sexto periodo de gobierno (1900-1904) Porfirio Díaz manifestó su apoyo al secretario de hacienda José Ives Limantour par cederlo en la presidencia. Sin embargo era tanta la rivalidad que se genero entre ambos candidatos fue tan escandalosa y el desprestigio que se causaron, tan grave, que sus ambiciones políticas cayeron por su propio peso.
Los diferentes grupos políticos se conciliaron con el fin de preparar una nueva reelección y produjeron la creación de la vice-presidencia y la ampliación del periodo de gobierno a seis años de tal suerte que en las elecciones de 1904 triunfo la formula Porfirio Díaz, Ramón Corral para dirigir al país en el sexenio 1904-1910.
La prosperidad económica del país al iniciar el siglo XX era evidente. Por vez primera México tenía unas finanzas sanas y operaba con superávit. La economía mexicana creció con los treinta años de régimen porfirista a un ritmo como nunca antes se había alcanzado.
El gobierno de Porfirio Díaz incorporo la economía mexicana al mercado mundial; a un mundo en el que Inglaterra, EUA, Alemania y Japón se perfilaban como las grandes potencias capitalistas más industrializadas del mundo: en ese contexto México se convirtió en un país exportador de materias primas y de energéticos. La prosperidad económica del porfiriato se vio reflejada en la modernización de las principales ciudades del país: México, Monterrey, Guadalajara, Puebla, Veracruz y San Luis Potosí entre otros. México parecía ser un país económicamente sano al iniciar el siglo XX incorporado al mercado mundial.
La afectación a la pequeña propiedad y las tierras comunales indígenas obligo a miles de campesinos e indígenas a ofrecer su trabajo a las propiedades agrícolas.
Es comprensible que gran parte de la población campesina se mostrara en contra del régimen porfirista y a favor de un cambio de gobierno, y que muchos de ellos se incorporaran a alguna de las fuerzas de la revolución mexicana.
La clase obrera mexicana laboraba en condiciones de extrema explotación y esa situación era evidente en el caso de los mineros nacionales en muchos casos los trabajadores mexicanos debían competir en condiciones de desigualdad con trabajadores extranjeros. Las jornadas laborales eran de más de doce horas diarias, no existían prestaciones ni seguros contra accidentes o enfermedades.
La clase media estaba formada como hemos vistos por profesionistas intelectuales y empleados públicos de las ciudades así como los rancheros y dueños de pequeñas propiedades agrícolas principalmente del norte del país, afectadas por el latifundismo y el crecimiento de las grandes haciendas.
A pesar de la gran inconformidad social que imperaba en el interior del país entre los sectores campesino, obrero, y medio, el gobierno de Porfirio Díaz intentaba dar hacia el exterior la imagen de que México era una nación moderna.
De ahí su declaración en 1908al periodista James Creelman en el sentido de que México se encontraba maduro para la democracia, la cual era interpretada de muchas intelectuales como una oportunidad para participar activamente en la política nacional.
Iniciándose así la primera etapa de la revolución mexicana y tan solo seis meses de lucha lograron que se formaran los convenios de Ciudad Juárez (21 de mayo de 1911) en los que se estipulaba:
1- La renuncia de Porfirio Díaz a la presidencia.
2- La renuncia de Madero al poder que confirmarían el Plan de San Luis.
3- El gobierno interno de Francisco León de la Barra.
4- La convocatoria a nuevas elecciones.
5- El licenciamiento de las fuerzas revolucionarias de Madero.
Díaz dejo el poder una deuda externa de 440 millones de pesos. Se fundaron el banco Nacional de México y la fundidora de fierro y acero de monterrey.
Porfirio Díaz ostentaba un poder absoluto. Nadie tenía derecho de quejarse o expresar una opinión sobre su manera de gobernar.
De los 10 millones de habitantes del país, el 50% eran mestizos, el 30% eran indígenas y el 20% se les consideraba blancos. Y solo estos últimos eran considerados gente decente, por llevar un modo de vida que trataba de parecerse al europeo.
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